Después de que la semana pasada un juez estadounidense dictaminara que Samsung deberá pagar cerca de 840 millones de euros a Apple por infringir sus patentes,
se comenzó a generar la impresión de que la guerra entre estas dos
empresas estaba próxima a finalizar con la derrota de la compañía
coreana. Pero nada más lejos de la realidad. En otro juicio que las dos
instituciones habían mantenido en tierras japonesas el juez ha
dictaminado que Samsung no infringe ninguna de las patentes de Apple, y reabre el dilema sobre la coherencia de los criterios que dirimen este tipo de juicios legales por la propiedad intelectual.
La decisión del juzgado japonés pasó inadvertida por el gran revuelo mediático que ha generado el juicio entre Apple y Samsung celebrado en California, y que podría vivir un nuevo capítulo si Apple consigue quitar del mercado estadounidense hasta ocho productos diferentes de la compañía coreana, entre ellos el Samsung Galaxy S2. Además, los ecos de este juicio seguirán llegando a los medios en los próximos meses, ya que Samsung ya
ha anunciado que tiene la intención de recurrir frente a una decisión
que considera injusta. Dentro de tres meses (el seis de diciembre) se
comenzará a dirimir si la infracción de las patentes de Apple por parte de Samsung (según el jurado de California) derivan en la prohibición de venta de estos equipos.
No obstante, el veredicto del jurado japonés es una muestra de que
esta guerra a gran escala entre los dos gigantes de la tecnología
todavía vivirá muchas batallas todavía a lo largo de todo el globo.
Esta confrontación supone la mayor muestra de los extremos a los que ha
llegado la denominada guerra de las patentes. En los últimos años
estamos viendo, cada vez más, como muchas empresas tecnológicas utilizan
las patentes no tanto como una defensa de sus innovaciones, sino como
un arma para dañar al competidor.
El campo tecnológico se presta a estas maniobras, ya que los fabricantes compiten en un mercado muy exigente en el que la novedad
juega un papel preponderante, y en el que (por ejemplo) un retraso de
un par de semanas o un mes en un lanzamiento puede suponer un daño
económico importante. En la que nos parece una de las analogías más
acertadas sobre la situación actual, un juez que presidió uno de los juicios entre Apple y Samsung comparó la guerra de patentes con una “jungla en la que los animales usan todos los medios de que disponen, todos los dientes y colmillos que permite el ecosistema”.
Así las cosas, sería beneficioso para el mercado y para el público en general que se pusiera un freno al incesante goteo de acusaciones y juicios
que penalizan el desarrollo tecnológico. Y más teniendo en cuenta que
las dos empresas que se han erigido como los principales contendientes (Samsung y Apple) mantienen un volumen de negocio conjunto más que notable de miles de millones de euros al año. Por no ir más lejos, la pantalla de retina del iPad 3 está fabricada por Samsung.